Los objetos no poseen género. A través del lenguaje, los seres humanos los hemos trasladado simbólicamente a una dualidad genérica, repartiéndolos entre lo femenino o lo masculino. Este constructo clasificador, propio del conocimiento científico cisheterosexual, es similar al que se ha producido sobre nuestros propios cuerpos, contemplados bajo la rígida lente del binarismo como opción única y natural.
Un día, Fran Munyoz sufre un accidente en su trabajo como camarero y se le rompe un vaso. Este incidente le lleva a reflexionar sobre el objeto y su sustancia. El cristal, como material transparente, deja ver a través de sí. Cuando el vaso se fragmenta, pierde su utilidad, revelando su esencia agenérica. Los pedazos nos remiten a un objeto que ya no podemos reconocer, a menos que intentemos recomponerlo, si nos esforzamos en unir sus partes. Sin embargo, incluso quebrado, el vaso sigue siendo vaso, sin función, sin propósito, vidrio roto, pero vaso a fin de cuentas.
Munyoz recupera los fragmentos para capturarlos en una macrofotografía sin retoque que enfoca el detalle, la afilada rotura. Líneas sinuosas, cortantes, atraviesan el fondo negro de la imagen, como una eyaculación o un squirting liberado. Las siluetas se abren a un mundo de posibilidades que nos remiten a lo que antes eran, lo que ahora pueden ser y lo que en realidad son. De esta forma, Munyoz rompe la lente categórica del género, permitiendo que otras existencias tengan lugar.
Los objetos no poseen género. A través del lenguaje, los seres humanos los hemos trasladado simbólicamente a una dualidad genérica, repartiéndolos entre lo femenino o lo masculino. Este constructo clasificador, propio del conocimiento científico cisheterosexual, es similar al que se ha producido sobre nuestros propios cuerpos, contemplados bajo la rígida lente del binarismo como opción única y natural.
Un día, Fran Munyoz sufre un accidente en su trabajo como camarero y se le rompe un vaso. Este incidente le lleva a reflexionar sobre el objeto y su sustancia. El cristal, como material transparente, deja ver a través de sí. Cuando el vaso se fragmenta, pierde su utilidad, revelando su esencia agenérica. Los pedazos nos remiten a un objeto que ya no podemos reconocer, a menos que intentemos recomponerlo, si nos esforzamos en unir sus partes. Sin embargo, incluso quebrado, el vaso sigue siendo vaso, sin función, sin propósito, vidrio roto, pero vaso a fin de cuentas.
Munyoz recupera los fragmentos para capturarlos en una macrofotografía sin retoque que enfoca el detalle, la afilada rotura. Líneas sinuosas, cortantes, atraviesan el fondo negro de la imagen, como una eyaculación o un squirting liberado. Las siluetas se abren a un mundo de posibilidades que nos remiten a lo que antes eran, lo que ahora pueden ser y lo que en realidad son. De esta forma, Munyoz rompe la lente categórica del género, permitiendo que otras existencias tengan lugar.



