Esta instalación forma parte de la exposición SIDA Pronunciamiento y acción, comisariada por Juan de Nieves en el Palacio Fonseca de Santiago de Compostela. Con los somieres de un colegio mayor construye un laberinto ortogonal. Las paredes no se pueden atravesar sino con la mirada. Los objetos se encadenan en una sucesión de pasillos muy similar a la de un cuarto oscuro. Aquí podemos realizar varias lecturas. En la primera, el centro mayor se convierte en una institución de control sobre el deseo adolescente. En la segunda, se rescatan las noches de vigilia y onanismo que los jóvenes mantuvieron sobre sus camas, ahora convertidas en los improvisados muros de una arquitectura sexual. En la tercera, ya enmarcados en los años del sida, todo el deseo manifestado en la obra se convierte en una trampa. La luz del espacio, cálida y reducida, facilita un ambiente tenue, que vela por el secreto. Juan de Nieves ubica la instalación justo en el centro de la exposición, obligando a l+ visitant+ a deambular por su interior con tal de seguir con el itinerario. En este sentido, los cuerpos de l+s visitant+s se sitúan en una posición ambigua, paradójica, errando por unos pasillos aprisionadores que remarcan la idea de trampa.
Esta instalación forma parte de la exposición SIDA Pronunciamiento y acción, comisariada por Juan de Nieves en el Palacio Fonseca de Santiago de Compostela. Con los somieres de un colegio mayor construye un laberinto ortogonal. Las paredes no se pueden atravesar sino con la mirada. Los objetos se encadenan en una sucesión de pasillos muy similar a la de un cuarto oscuro. Aquí podemos realizar varias lecturas. En la primera, el centro mayor se convierte en una institución de control sobre el deseo adolescente. En la segunda, se rescatan las noches de vigilia y onanismo que los jóvenes mantuvieron sobre sus camas, ahora convertidas en los improvisados muros de una arquitectura sexual. En la tercera, ya enmarcados en los años del sida, todo el deseo manifestado en la obra se convierte en una trampa. La luz del espacio, cálida y reducida, facilita un ambiente tenue, que vela por el secreto. Juan de Nieves ubica la instalación justo en el centro de la exposición, obligando a l+ visitant+ a deambular por su interior con tal de seguir con el itinerario. En este sentido, los cuerpos de l+s visitant+s se sitúan en una posición ambigua, paradójica, errando por unos pasillos aprisionadores que remarcan la idea de trampa.



