Instalación que muestra un repertorio de dibujos que se centran en la analidad, construyendo un universo estrellado de agujeros negros donde la penetración y la excreción se ponen al mismo nivel. Junto a ellos muestra una escultura exenta hecha de alambre e hilo de cobre que representa cierta ambigüedad, es a un tiempo un falo, un falo permeable y penetrable que se convierte en excremento. El falo/hez se presenta erecto, lleno de anos negros, como si la excreción fuese una enfermedad que ha desechado cualquier otro uso del recto. Con este gesto señala la carga peyorativa y degradante que se atribuye a los roles dentro de las relaciones sexoafectivas entre hombres desde la ideología homofóbica y misógina que sustenta la masculinidad heteronormativa. No es lo mismo ser pasivo que ser activo. Aunque la heterosexualidad rechaza a ambos, lo hace con distintas connotaciones. En parte, porque las fobias que históricamente se han asociado a la analidad han hecho que esta quede relegada al lugar de la mierda.
Instalación que muestra un repertorio de dibujos que se centran en la analidad, construyendo un universo estrellado de agujeros negros donde la penetración y la excreción se ponen al mismo nivel. Junto a ellos muestra una escultura exenta hecha de alambre e hilo de cobre que representa cierta ambigüedad, es a un tiempo un falo, un falo permeable y penetrable que se convierte en excremento. El falo/hez se presenta erecto, lleno de anos negros, como si la excreción fuese una enfermedad que ha desechado cualquier otro uso del recto. Con este gesto señala la carga peyorativa y degradante que se atribuye a los roles dentro de las relaciones sexoafectivas entre hombres desde la ideología homofóbica y misógina que sustenta la masculinidad heteronormativa. No es lo mismo ser pasivo que ser activo. Aunque la heterosexualidad rechaza a ambos, lo hace con distintas connotaciones. En parte, porque las fobias que históricamente se han asociado a la analidad han hecho que esta quede relegada al lugar de la mierda.















