El primer acto se abre con un fondo negro, donde el título, “Showbar”, resplandece en letras rojas. Como preludio, una imagen estática muestra a Munyoz yaciendo en el suelo, boca abajo, rodeado de copas vacías. “Corceles negros galopan, arden, arrojan, parten la cadena estrellada”, repite la voz de la canción, envolviendo la escena con aires de presagio. A continuación, surge una silueta inidentificable en una arquitectura oscura con arcos rojos, sosteniendo unos rombos luminosos en sus manos. En cuanto los sitúa a la altura de sus ojos, como faros que hipnotizan y atraen, de pronto, la figura se multiplica, detrás emergen dos cuerpos similares. Se enciende la luz y revela su condición travesti.
Como es habitual en su práctica artística, Munyoz recupera su cuadro El Showbar (2020) para insuflar vida al bar y sus drags. Tres de sus personajes aparecen con unos trajes hechos con tubos de colores, en un reciclaje camp que combina el teatro soviético, la Bauhaus y el cubismo.
Las travestis sirven copas de tonos intensos: verde, rojo, azul. Las mismas manos enguantadas con uñas negras de Tenyplo. Interludio Acto I (Vogue) las recibe. Así, el personaje de Munyoz se sumerge, como espectador, en el pulso de la noche. Las travestis, como brujas de la fiesta, preparan cócteles de tamaños inmensos, como pociones. Mientras tanto, bailan al ritmo de la música, animando como gogós en un trance ritual. La discoteca se torna en templo de adoración. Las conductas y los compases laten en un frenesí de excesos. “Mucha muchedumbre mientras tomo esta copita. / Mientras me entretengo, la pupila se me excita.” El protagonismo recae sobre estos seres drags, como sirenas seductoras que incitan al movimiento, catalizan el desenfreno. Sus cuerpos erráticos y desviados, sus historias escondidas bajo el maquillaje, nos invitan a cuestionarnos quiénes son, qué han vivido, cuánto han sufrido, cómo han resistido.
La música nos conduce a la exaltación de una multitud que vibra, pese a que la escena permanece vacía de público, llena de vasos. “Quiebran copas, ruge la muchedumbre”, concluye la voz. Antes de los créditos finales, volvemos a ver la imagen del inicio: Munyoz tirado de espaldas entre vasos, en una escena de abandono y soledad.
Dirección: Pablo Cañellas
Dirección de Arte: Fran Munyoz
Asistent+s de dirección de arte: Irmina Insaurralde y Daniel Calero
Coreografía: Yasmina Sanz
Interpretación: Fran Munyoz
Iluminación y fotografía: Patricia Vargas
Asistente de iluminación: Marcos Sproston
Maquillaje: Cynthia Blasco
Asistente de maquillaje: Rosa García
Efectos especiales: Ramón Lechado
Composición Musical: Pierre Dember
Lettering: Fran Munyoz
Comunicación: Diandra Rico
Poesía: Ramón Lechado y Fran Munyoz
El primer acto se abre con un fondo negro, donde el título, “Showbar”, resplandece en letras rojas. Como preludio, una imagen estática muestra a Munyoz yaciendo en el suelo, boca abajo, rodeado de copas vacías. “Corceles negros galopan, arden, arrojan, parten la cadena estrellada”, repite la voz de la canción, envolviendo la escena con aires de presagio. A continuación, surge una silueta inidentificable en una arquitectura oscura con arcos rojos, sosteniendo unos rombos luminosos en sus manos. En cuanto los sitúa a la altura de sus ojos, como faros que hipnotizan y atraen, de pronto, la figura se multiplica, detrás emergen dos cuerpos similares. Se enciende la luz y revela su condición travesti.
Como es habitual en su práctica artística, Munyoz recupera su cuadro El Showbar (2020) para insuflar vida al bar y sus drags. Tres de sus personajes aparecen con unos trajes hechos con tubos de colores, en un reciclaje camp que combina el teatro soviético, la Bauhaus y el cubismo.
Las travestis sirven copas de tonos intensos: verde, rojo, azul. Las mismas manos enguantadas con uñas negras de Tenyplo. Interludio Acto I (Vogue) las recibe. Así, el personaje de Munyoz se sumerge, como espectador, en el pulso de la noche. Las travestis, como brujas de la fiesta, preparan cócteles de tamaños inmensos, como pociones. Mientras tanto, bailan al ritmo de la música, animando como gogós en un trance ritual. La discoteca se torna en templo de adoración. Las conductas y los compases laten en un frenesí de excesos. “Mucha muchedumbre mientras tomo esta copita. / Mientras me entretengo, la pupila se me excita.” El protagonismo recae sobre estos seres drags, como sirenas seductoras que incitan al movimiento, catalizan el desenfreno. Sus cuerpos erráticos y desviados, sus historias escondidas bajo el maquillaje, nos invitan a cuestionarnos quiénes son, qué han vivido, cuánto han sufrido, cómo han resistido.
La música nos conduce a la exaltación de una multitud que vibra, pese a que la escena permanece vacía de público, llena de vasos. “Quiebran copas, ruge la muchedumbre”, concluye la voz. Antes de los créditos finales, volvemos a ver la imagen del inicio: Munyoz tirado de espaldas entre vasos, en una escena de abandono y soledad.
Dirección: Pablo Cañellas
Dirección de Arte: Fran Munyoz
Asistent+s de dirección de arte: Irmina Insaurralde y Daniel Calero
Coreografía: Yasmina Sanz
Interpretación: Fran Munyoz
Iluminación y fotografía: Patricia Vargas
Asistente de iluminación: Marcos Sproston
Maquillaje: Cynthia Blasco
Asistente de maquillaje: Rosa García
Efectos especiales: Ramón Lechado
Composición Musical: Pierre Dember
Lettering: Fran Munyoz
Comunicación: Diandra Rico
Poesía: Ramón Lechado y Fran Munyoz

